XVIII.- Reflexiones sobre la política – La democracia y el mercado – LU3 – 11-4-17

Hemos desarrollado hasta aquí un análisis basado en las investigaciones que importantes intelectuales han realizado sobre la sociedad capitalista. Será necesario continuar más adelante sobre ello. Ahora considero que deberemos detenernos para revisar las condiciones históricas que dieron lugar a su aparición. Esto nos aportará algunas ideas que pueden dar respuestas posibles a las siguientes preguntas: ¿La sociedad capitalista fue una superación de las formas tradicionales que las precedieron? De ser así ¿fue el paso necesario y superador? Si lo fue ¿en qué sentido debe entenderse esa superación? O, por el contrario, cabe preguntar: ¿no había posibilidades diferentes de aprovechar las instituciones existentes para avanzar por otro camino?

Aún, a riesgo de pecar por plantear situaciones que sólo corresponderían a un pensamiento violador de las leyes de la historia, si éstas existieran, y caer, por ello, en consideraciones de política-ficción, ¿sería posible investigar la existencia histórica de otros caminos posibles entonces y mejores? En este caso ¿en qué podrían haber mejorado el curso de la historia posterior? Para ofrecer un marco de referencia que permita buscar respuestas posibles a esos interrogantes revisemos la historia social de los siglos XI a XVI de la Europa occidental, que fueron los antecedentes de la Revolución industrial del siglo XVIII en Inglaterra.

Quiero proponer el análisis de una definición de manual para que tomemos conciencia respecto del peso que ha tenido la Revolución industrial, en las evaluaciones de la aparición de su forma capitalista y en la descripción de ese período de la historia:

A esta etapa los investigadores la denominaron la sociedad preindustrial o la sociedad tradicional. Ella responde a específicas características sociales, y formas de organización política y cultural que prevalecían antes de la modernización propia de la Revolución Industrial y el triunfo del capitalismo, que tuvo como consecuencia la instauración de una sociedad industrial. Por otro lado, la sociedad preindustrial se entiende como una sociedad compleja (civilización) propia de un estado de evolución cultural superior a la denominada sociedad primitiva.

Al definir la sociedad como pre-industrial queda claro que los elementos en juego que se utilizan corresponden a una persona que la mira desde un tiempo posterior, que se lo considera superior o, por lo menos algo mejor. Debemos preguntar entonces ¿superior en qué sentido y por qué tipo de aportes que hayan mejorado el estado existente? El uso del concepto modernización, que conlleva un prejuicio en tanto no define qué es lo moderno y con respecto a qué; por otra parte, dado que este vocablo ha adquirido un significado de superioridad sobre todo lo que le ha precedido. Hoy todavía decimos en nuestro lenguaje coloquial moderno con respecto de algo anterior que es considerado antiguo, vetusto, anticuado, etc. Recurramos al Diccionario de la Academia:

Antiguo: Que existe desde hace mucho tiempo; Que existió o sucedió en tiempo remoto;  Pasado de moda.

Moderno: Perteneciente o relativo al tiempo de quien habla o a una época reciente; Contrapuesto a lo antiguo o a lo clásico y establecido.

Modernidad: Cualidad de moderno; Conjunto de ideas, costumbres o usos que se consideran modernos o avanzados.

La contraposición de estos conceptos trasmite una dicotomía que deja explícito, sin más explicaciones, que lo moderno es lo deseable y que lo anterior es lo menospreciable. En una ponencia que lleva por título Premodernidad, modernidad y postmodernidad el profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia (Colombia), Doctor José Joaquín García García, comienza con una afirmación aplicable a gran parte de los académicos especializados, como resultado de una concepción del conocimiento que sobre-califica la especialización:

Es común encontrar cómo los profesores en servicio activo, no se interesan por reconocer los imperativos filosóficos que pueden gobernar la concepción que ellos posean de sí mismos, del ser humano y del mundo que los rodea. Este olvido puede estar originado en una concepción de especialista frente al conocimiento, que descarta las múltiples interrelaciones que se pueden establecer entre sus áreas específicas, y que rehúye el enfoque globalizador para abordar la realidad.

Si podemos comprender la cantidad de pre-juicios, en el sentido que indica su etimología: «opinión preconcebida, generalmente negativa, hacia algo o alguien, también un juicio previo sin la debida investigación», estaremos en condiciones de abrir una crítica a la versión de la Historia que nos han enseñado.

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