Mirando al mundo XLVII– De qué se trata la posverdad – columna Nº 97 – 1-3-17

Las reflexiones de las columnas anteriores sobre el impacto del concepto posverdad en el mundo occidental, tiene un riesgo probable de arrojarnos a un desierto de desesperanzas, escepticismos, incredulidades, desalientos, respecto de un futuro que pinta la amenaza de un horizonte negro. Acudir a las viejas recetas del refranero popular: “siempre que llovió paró”, “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”, o similares pueden tener una dosis de sabiduría muy interesante, pero gran parte de los ciudadanos de a pie necesitan razones de más peso que arrojen un poco de claridad y tranquilidad sobre este problema.

Lo primero que debo decir, aunque sirva de poco para calmar las ansiedades, pero que es necesario para un análisis racional sobre el tema, es tomar conciencia que este fenómeno que detonó el año pasado con el anuncio de la Universidad de Oxford, es el resultado de un muy largo proceso. Se puede reconocer un punto arbitrario de inicio, sólo como para ayudar a la reflexión, la Segunda Posguerra, aunque en realidad es muy anterior ─cosa que veremos en una próxima  columna─.

Para ubicarnos en la situación actual leamos este aporte del escritor y periodista, presidente de Comunicadores de la Argentina (COMUNA), Hugo Muleiro:

Hay una suposición bastante extendida según la cual estamos sometidos a un flujo de información  muy superior al que podemos procesar. En el océano de datos al que fuimos lanzados, nos manejaríamos también con torpeza si nos quedáramos únicamente en la corriente de la información. En esa condición deberíamos intentar bracear entre las noticias de actualidad y las opiniones, abiertas o disimuladas, que siempre traen como parte del mensaje. Esta saturación es netamente favorable a un poder que precisa, para sus avances, un adormecimiento generalizado, la pasividad de porciones significativas del cuerpo social, millones de personas recostadas en un puñado de afirmaciones simples y terminantes que, de momento, no sean discutidas, ya instaladas en un trabajo de varios años, mediante el mecanismo de una repetición ininterrumpida y bien diseñada.

La situación que describe es el resultado de décadas de educación, de formación, de adiestramiento, de aprendizaje (préstese atención a las palabras porque pueden molestar a un lector no iniciado en estos análisis) a través del cual el sistema internacional de informaciones, fue preparando al público consumidor para que estuviera en condiciones de absorber todo lo que se le ofreciera. Para ello, mediante una perseverante pedagogía, sus representantes en el mundo global desempeñaron una inteligente y eficaz tarea.

Si esta afirmación lo puede tomar desprevenido, estimado lector, le sugiero un ejercicio, no fácil y accesible, pero que podría echar luz sobre esto: busque un periódico de medio siglo atrás y compárelo con los actuales. Si tiene edad suficiente para tenerlo en la memoria le será mucho más fácil; otro ejercicio: puede ser consultar con personas mayores de su familia. Todo ello lo aproximará al problema que estoy tratando: tomar conciencia de los cambios que se han producido.

El Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA), Javier Borelli, nos pinta un cuadro del fenómeno actual:

«La posverdad no es una condición de las cosas. Es un término que se acuña para dar sentido a que la realidad objetiva importa menos», explica Pablo Boczkowski, doctor en Estudios de Ciencia y Tecnología por la Universidad de Cornell (EE UU) y agrega: «Uno puede decir que Clarín o Página 12 tienen diferencias enormes en la interpretación de los hechos, pero los hechos no son los mismos. En las redes sociales, sin embargo, hay tanta información que uno empieza a dudar: ¿Qué es cierto y qué no?». Lo que no hacemos conscientemente es reflexionar sobre cuánta de la información que consumimos la obtenemos de ese espacio y cómo nos afecta.

¿ Qué  nos aportan estas palabras? Que la realidad de las ú ltimas dé cadas ha cambiado, porque la Historia no se detiene. Pero la posverdad nos coloca ante la evidencia que las interpretaciones de hoy, a diferencia de las de ayer, son manipuladas profesionalmente, al servicio claro, cuando se lo comienza a detectar, de generar dos grandes tipos de receptores de información: lo ingenuos (sin la menor intención peyorativa) que aceptan como verdad todo lo que reciben y los escépticos a los que ya no les interesa la verdad, porque no creen en ella.

Les dejo un interrogante: ¿quiénes se benefician con todo ello?

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