El mito del mercado libre IV

El Doctor Nadal advierte sobre las conclusiones y propuestas de señores economistas, formados en importantes y prestigiosas instituciones académicas, muchos de ellos docentes e investigadores de esas casas de estudio, pero cuya matriz ideológica no es apta para pensar en temas ecológicos, en problemas de pobreza y exclusión, en distribución de la riqueza. En otras palabras, en pensar desde los marginados por el sistema imperante: el capitalismo depredador. No debe entenderse lo que digo como una crítica moral hacia ellos. Pueden ser, probablemente, personas de bien, excelente padres de familia, gente honesta y respetable. El tema es otro: la matriz a la que hago referencia es una especie de prisma intelectual que permite ver sólo un tipo de mundo: el mundo del capital. Es esa la formación recibida y es también ella su lamentable limitación. Llaman a esas consecuencias: externalidades:

«Una externalidad es el efecto negativo o positivo de la producción o consumo de algunos agentes sobre la producción o consumo de otros, por los cuales no se realiza ningún pago o cobro».

También podríamos llamarlos daño colateral: «término utilizado por diversas fuerzas armadas para referirse al daño no intencional o accidental producto de una operación militar».
Los premios Nobel de Economía, según Wikipedia, tiene una característica común: «La mayoría de los ganadores son estadounidenses provenientes de la Universidad de Chicago y son actualmente miembros de la facultad de Economía de la misma universidad», equivale a decir, la Escuela de lo que se denomina la ortodoxia de mercado. Sin embargo ha habido excepciones como la de:

Joseph E. Stiglitz (1943) economista y profesor estadounidense. Ha recibido el Premio Nobel de Economía (2001). Es conocido por su visión crítica de la globalización, de los economistas de libre mercado (a quienes llama «fundamentalistas de libre mercado») y de algunas de las instituciones internacionales de crédito como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Podemos ubicar al Doctor Nadal dentro de esas excepciones, lo cual nos permite pensar y comprender la base de sus críticas. Dice nuestro articulista:

«El razonamiento de los promotores del libre mercado de animales es el siguiente: la prohibición de comercializar productos como marfil o cuernos de rinoceronte genera incentivos perversos para cazar estos animales y vender sus partes en el mercado negro. El argumento es que la prohibición de comercializar los productos de estos animales genera una escasez artificial y eso incrementa su precio. Al crearse un mercado ilegal se genera un incentivo para mantener la cacería ilegal. En vista de que la probabilidad de que un cazador (traficante) sea aprehendido es muy baja, el mercado ilegal se nutre de ejemplares de esos animales a los que se busca proteger con la prohibición. Algunos grupos interesados en ciertos países de África insisten en recomendar la legalización de este mercado. Ellos aseguran que una oferta estable de marfil o de cuerno de rinoceronte hará que los precios bajen hasta que deje de ser rentable y se elimine el incentivo para la cacería furtiva de elefantes y rinocerontes».

Esta es la lógica de la ortodoxia de mercado. Todo se piensa desde dentro de esa institución, por lo cual nada de lo exterior afecta sus razonamientos. La base de esta teoría está sustentada en supuestos erróneos y en esos modelos de los economistas que sólo se los encuentran en las páginas que escriben los repetidores de esa fábula. La palabra fábula puede parecer muy dura, si se acude a las excepciones mencionadas se puede encontrar una crítica seria y consistente. El Doctor Nadal nos ofrece una respuesta técnica con un buen ejemplo:

«La presunción de que la oferta estable hará que los precios se reduzcan es una conjetura sin fundamentos. Si usted tiene un comercio de cualquier mercancía y por casualidad se reducen sus costos de producción ¿transmitirá a sus consumidores las ventajas de ese acontecimiento o preferirá quedarse con las ganancias extras? Si usted quiere desplazar a un competidor haciéndole la guerra, quizás proceda a reducir los precios. Pero también es posible que usted prefiera guardarse esta rentabilidad adicional. Todo dependería de la estructura del mercado. Nada garantiza entonces que la oferta estable y legal conduzca a reducciones de precios y a la eliminación de los comerciantes ilegales».

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